La herencia II

Unos cuantos años mientras se vive dignamente debería ser suficiente para todos. Arrastrar los pies, balbucear y tener que esperar que te limpien el culo, no es mi idea de una vejez "digna", de hecho estoy convencido que por ningún lado a la vejez puede llamarsele digna.

Caía la cuarta campanada del reloj monumental apotranado en la sala de estar de esa perfecta casa de veraneo cuando llegaba.

-Perfecta para todo menos para el descanso- resople, demasiados adornos superficiales te dejaban adivinar la falta de calor de hogar, cada estatuilla que miraba perdidamente el horizonte rayaba en lo ocultista, los rincones amarraban las lamparas de piso dándoles aire de prisioneros a los cuales la luz disminuye poco a poco, acabando con su vida, y los cuadros, los cuadros perdían color en esas paredes tapizadas con motivos rojos , la vida en sí se tornaba malévola cerca de los viejos, todos nos convertíamos en intrigantes dentro de estas paredes , era como si al traer una inocente muñeca de plástico a esta casa, perdiera instantáneamente la virginidad (y por una violación).



Conforme pasaron los años los viejos iban decayendo, de manera que desde varios veranos anteriores nos sentábamos a la mesa y los mirábamos de soslayo, quizá atentos a un infarto o a una súbita falta de oxigeno. Estar ahí cada mes de descanso era transformarse en un perro famélico, deseoso de carne; yo sentía que perdía, no, perdíamos conciencia moral a lado de ellos, varias veces me pregunté si era el cariz de la casa o la mala leche de los viejos lo que hacia sentirnos así.

Y eso me hizo recordar ¿El humano es por naturaleza, bueno o malo?

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